Llevo años usando Android Auto y aún así, me sigue desesperando casi tanto como el primer día

En 2020 empecé a usar Android Auto y ha sido un camino de no retorno: en mi viejo Polo me apañaba con el móvil en un soporte, pero pasar a una pantalla integrada en el coche ofrecía muchas ventajas. Y aunque soy usuaria de iPhone en mi día a día, prefiero Android Auto a Apple CarPlay, así que siempre me llevo mi Google Pixel antes de hacer un viaje.

A lo largo de estos años he usado un Samsung Galaxy A71, un OnePlus 9, un Google Pixel 7... y también un Seat León y un Hyundai Kona. El sistema de infoentretenimiento de Google ha ido mejorando en funciones y en diseño, pero tiene varias asignaturas pendientes. Y la consecuencia la siento más a menudo de lo que desearía: Android Auto me sigue desesperando por su falta de fiabilidad.

Android Auto tiene una década de vida, pero de vez en cuando sigue teniendo fallos que llevo viviendo desde el primer día, como por ejemplo que conecte el móvil al coche y que no pase absolutamente nada. O que la pantalla se quede en negro, algo que he llegado a sufrir alguna vez. He visto todo lo que Gemini puede hacer, pero inexplicablemente Android Auto sigue sin dominar la conexión. 

Android Auto necesita consistencia y estabilidad

Y como siempre, me toca desconectar y volver a conectar, probar con o sin cable, tener un segundo cable por si las moscas, actualizar, borrar la caché... soluciones a los problemas más comunes de Android Auto y que tengo que hacer más a menudo de lo que desearía. Y me pasa igual con un buque insignia y un coche nuevo de una marca que con un gama media y un coche más veterano. Con Android Auto siempre tengo que estar en modo manitas.

Después de tantos años, diferentes coches y móviles, tengo claro que no es tanto una cuestión de dispositivos (del hardware en general) y sí del proceso de enlazado: por alguna razón, no es estable. De hecho, esto lo noto especialmente cuando por el motivo que sea acabo conectando mi iPhone: Apple CarPlay es peor en apps y personalización, pero gana de calle en estabilidad. Y si me olvido del cable en favor del modo inalámbrico, peor aún. Es increíble que con la madurez de Android Auto y el poderío de Google todavía tengamos que enfrentarnos a la inestabilidad cuando más lo necesitas: en plena conducción, con las manos, la vista y la atención ocupadas en otra tarea.

La conexión es sin lugar a dudas el gran problema de Android Auto, pero no el único. Sin ir más lejos y aunque Coolwalk supuso un gran paso adelante en multitarea, el diseño tiene mucho margen de mejora por pequeños detalles que afectan notablemente a la experiencia.

El ajuste a la pantalla deja bastante que desear, con interfaces donde hay elementos que se solapan, ausencia de algunos botones de control, textos cortados y hasta pantallas congeladas... algo que se sufre especialmente en las apps de terceros. Lo peor es que son errores que no son nuevos y que siguen ahí, con el paso del tiempo.

Un truco que suele solucionar muchos errores es actualizar, pero a título terminar siempre me da inseguridad hacerlo. Actualizar en Android Auto soluciona fallos... y trae otros. Me veo obligada a actualizar para probar las novedades por mi trabajo, pero lo sufro en mis carnes. Cuando actualicé mi móvil a Android 16 me topé con una pantalla en negro al conectar el teléfono al coche. 

La mayor virtud de Android Auto es también su mayor defecto: que sea un sistema de infoentretenimiento tan abierto implica tener que lidiar con muchos equipos de devs, un parque enorme de fabricantes, versiones de software diferente y plataformas de coches. El reto es colosal.  Usar Gemini en Android Auto es una maravilla, pero por encima de todo necesita consistencia y estabilidad. 

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