Me dejé el móvil principal en casa y terminé sufriendo más de lo que esperaba

Me dejé el móvil principal en casa y terminé sufriendo más de lo que esperaba

3 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
Google Pixel 6a

Salir de casa sin el teléfono no debería ser un drama, al fin y al cabo es un objeto que utilizamos más como distracción que por necesidad. O eso pensaba yo, ya que terminó hundiéndome en un vacío tal de incomunicación que a punto estuve de sacrificar medio día de trabajo sólo para volver a casa. Este despiste me hizo ver no sólo mi dependencia del teléfono, también lo vendidos que estamos cuando la conexión de datos móviles desaparece.

La tecnología siempre fue una de mis pasiones. Con la llegada de los teléfonos móviles mis preferencias tecnológicas terminaron centralizándose en aquellos aparatos que fueron progresivamente ganando funciones a la par que crecían en pantalla y disminuían en jornadas lejos del enchufe. Siempre con un smartphone en el bolsillo, a punto para echar una foto, escribir un tweet o encender el reproductor de música. Y listo en cualquier parte para trabajar: el smartphone ha diluido las paredes de mi oficina.

No siempre para bien.

"Adiós, me he dejado el móvil"

MWC 2023

No fue exactamente lo que pensé, ya que adorné la frase con unos cuantos improperios que prefiero no dejar escritos. Iba en el autobús camino del MWC, tenía el ordenador en la mochila y un teléfono secundario que, iluso de mí, pensé que cubriría la carencia del principal. Volver a mi casa no era viable, ya que tenía citas a primera hora en el congreso y el transporte público no es que vaya demasiado fino hasta donde vivo. Pensando que la cobertura WiFi de la Fira de Barcelona me permitiría seguir contestando emails, WhatsApps y mensajes de Slack mientras estuviera bajo techo, decidí arriesgarme.

Primer encontronazo: no puedo entrar al congreso

Este año se ha estandarizado el uso de la aplicación móvil del Mobile World Congress como identificación, por lo que resultaba imposible entrar al recinto sin la app debidamente configurada. Y claro, como el móvil secundario no tenía tarjeta SIM, ni la app instalada, tuve que dar vueltas hasta que logré conectarme a una de las WiFis públicas que emitían en los alrededores. Seguridad bajo mínimos.

Tras muchos minutos para descargar la aplicación debido a los cortes y a la limitada velocidad de la WiFi, me di cuenta de que no sabía la contraseña. Por suerte, tengo todos los passwords anotados en una app de contraseñas, por lo que bastó con entrar en la web, autenticarme en mi bóveda y buscar la clave de la aplicación del MWC. Ya había pasado media hora. El frío era importante.

Logré activar el identificador y pasar por los controles de seguridad. Tras acceder al recinto lo primero que hice fue configurar todas las redes WiFi públicas del congreso: dos que cubrían todos los pabellones y otras dos de la sala de prensa. Imaginé que con eso estaría conectado siempre y cuando no abandonara el lugar, pero no fue así: obtuve una demostración fehaciente de lo mucho que varía la conexión inalámbrica en un entorno amplio y bullicioso. Por más repetidores que haya.

"¿Dónde andas? Te he estado llamando"

Google Pixel 6a

Dado que la WiFi no mantenía la conectividad de manera permanente, cuando me movía por determinadas zonas de los pabellones me quedaba sin internet. Esto implicaba no recibir las notas de prensa, los mensajes privados, no podía acceder a la agenda ni al resto de comunicaciones que utilizo habitualmente en el trabajo. Puede que la incomunicación parezca una ventaja, pero es todo un problema cuando tu trabajo depende, precisamente, de mantenerte conectado.

Pensaba que me mantendría conectado gracias a las WiFis del MWC, pero no. Menuda decepción

Como no tenía tarjeta SIM fui incapaz de recibir llamada alguna. Tampoco tenía WhatsApp, la principal herramienta de trabajo después de Slack. Y quienes intentaron contactar conmigo para verificar mi asistencia a demos y entrevistas se encontraron con un silencioso muro que arrojaba más dudas que respuestas. Un desastre para ellos un drama para mí; que andaba constante con la duda de que no me había llegado algo importante.

Se puede vivir sin móvil. Pero...

Si bien un duro día de trabajo no es el mejor día para dejarse el teléfono en casa, pensaba que, al contar con más dispositivos conectados, y teniendo en cuenta que visitaba un congreso especializado en la comunicación, no tendría problemas para seguir el curso del día. Y no fue así; una demostración que me dejó algunas moralejas:

  • El móvil es una herramienta muy útil si la sabes utilizar. No en todos los trabajos resulta imprescindible, sí que acostumbra a resolver numerosos problemas en la mayoría de ellos; con el riesgo de terminar respondiendo correos a las diez de la noche: hay que ponerse límites.
  • Jamás volveré a confiar sólo en las redes WiFi. Pueden ser todo lo potentes que quieran y cubrir la máxima cobertura, que nunca existirá la garantía de que lleguen a cualquier área donde se necesite una buena conexión a internet.
  • Sí, quizá dependa demasiado del teléfono. Dejar toda la responsabilidad en las notificaciones push del móvil no es la mejor idea: más planificación y menos «¿Por dónde andas ahora?». Anotado queda.
Comentarios cerrados
Inicio