Aunque los smartphones son una herramienta de lo más útil, muchos de nosotros perdemos demasiado tiempo frente al móvil y se pueden llegar a convertir en un pozo sin fondo de horas perdidas. El scroll infinito, por ejemplo, es uno de los grandes culpables de esto, pero también la inmensa variedad de aplicaciones que tenemos disponibles.
Los smartphones sin aplicaciones no son nada y precisamente ahora se nos plantea una gran paradoja: hay un movimiento que defiende la ‘appstinencia’. Y tiene bastante sentido si queremos usar mejor nuestros dispositivos móviles, aunque también conlleva una serie de riesgos.
‘Appstinencia’ o cómo acabar con las aplicaciones que no aportan valor
Gabriela Nguyen, estudiante de la Universidad de Harvard, fundó hace un par de años el movimiento Appstinence, que se autodefine como “abstenerse de tener cuentas personales en las redes sociales y, en su lugar, utilizar la comunicación directa, como llamadas telefónicas y mensajes de texto.”
Más allá de las redes sociales, la ‘appstinencia’ predica con el ejemplo de utilizar las mínimas aplicaciones posibles. Es compatible tener un smartphone y utilizarlo con cabeza, solo con aquellas aplicaciones que realmente necesitamos.
Nguyen defiende a través de su movimiento Appstinence que no tener cuentas en las redes sociales es la manera más efectiva de no ser “víctimas” del algoritmo, sin embargo, no es tan fácil.

En un momento en el que los jóvenes se han convertido en una generación muda, que rechaza hablar por teléfono y cuyos códigos sociales se enmarcan precisamente en un ámbito en el que el móvil es el centro de todo, practicar la ‘appstinencia’ tiene sus riesgos, entre ellos, la exclusión social.
Más allá de eso, lo complicado de la ‘appstinencia’ es saber hacer limpia de aplicaciones innecesarias. Todos tenemos varios “por si acaso” que pueden acabar convirtiéndose en unos ladrones de tiempo en los momentos de aburrimiento o en uno de esos desbloqueos de pantalla que hacemos casi de manera inconsciente más veces de las que nos gustaría reconocer.
Ser más conscientes con las apps que instalamos, no caer a la primera de cambio en el juego de moda y vaciar el móvil de aplicaciones que hace tiempo que no usamos son buenas maneras para reducir al mínimo las apps que tenemos en nuestro móvil.
Los ‘dumbphones’ como solución
En este escenario, los ‘dumbphones’ se postulan como una buena solución para evitar que caigamos en el uso masivo de aplicaciones, si la fuerza de voluntad nos falla.
Esto no significa que tengamos que volver a un Nokia 3310 con el Snake como único entretenimiento. Encontrar el equilibrio es lo más interesante (y a la vez complicado) en nuestros días en el que lo “inteligente” lo domina todo.
Puedes convertir un smartphone en un dumbphone con algunos ajustes, como desactivar notificaciones, simplificar la pantalla o desinstalar cuantas más aplicaciones mejor, como defiende precisamente la ‘appstinencia’.
Imagen | Juan Lorente
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