La cámara marca notables diferencias entre los distintos móviles, pero no es la única característica capaz de delimitar fronteras en los niveles de precios. Tras analizar incontables teléfonos, hay un aspecto que termina provocándome buenas o malas vibraciones a la hora de enfrentarme al análisis. Y es justo eso: la vibración, mucho más importante de lo que parece.
El dinero que cuestan suele ser la primera diferencia en la que caemos al comparar un móvil de gama alta con otro de categoría inferior, pero el coste sólo es el indicativo de los componentes que posee el teléfono y su calidad. Los más caros tienen mejores cámaras, mayor potencia y una pantalla superior, tres detalles obvios que poco a poco fue heredando la gama media. Incluso la baja. No obstante, hay un componente que marca el límite entre gamas, componente al que no se le suele prestar demasiada atención.
El vibrador, la joya oculta del móvil
Lleva acompañándonos desde antes de que se popularizaran los smartphones, recuerdo que mi viejo Nokia 3210 venía sin vibración pese a estar preparado para ello; y que pude reparar esa ausencia a fuerza de desmontarlo para instalarle un vibrador genérico. La vibración ya delimitaba en esa época la categoría del teléfono.
No es lo mismo sentir la vibración tosca y ruidosa que ofrece un móvil barato que la vibración sutil y ajustada perfectamente a la interacción que incluyen los mejores teléfonos. Justo por eso, el motor de vibración es el indicativo perfecto de la categoría del móvil: cuando vibra de manera exagerada ya sé lo que me puedo esperar de la experiencia con el dispositivo.
Esa sensación mínima en el dedo al deslizar hacia abajo la cortina de notificaciones, los leves pulsos de movimiento al apretar el teclado o la imitación del golpe de candado que incluye Samsung en One UI al acceder a los ajustes de una aplicación y comprobar que la eliminación automática de permisos está activa: una buena vibración en el móvil es una delicia, para mí mucho mejor que otros componentes. Incluso mejor que unos altavoces duales o la protección IP68, por ejemplo.
Los motores lineales que montan los móviles de mayor categoría, unidos a los controladores de software que van en comunión con las acciones en las apps, conforman un apartado premium que hace sobresalir a los mejores teléfonos. Curiosamente, es un apartado al que no suele hacerse mención, es una lástima: yo sería capaz de no comprarme un teléfono sólo por incluir una vibración demasiado tosca. Y no hay que gastarse un dineral, que los buenos motores de vibración llegaron a la gama media.
Un buen motor de vibración no es exclusivo de la gama alta
No he analizado móviles caros sin una vibración al mismo nivel, lo raro es encontrarla en los más accesibles. Por lo general, las marcas suelen hacer uso de los motores ERM en los móviles baratos, un sistema de vibración excéntrico que responde de manera más lenta y tosca a las interacciones; con motores lineales o LRA en los más caros, mecanismos con un sistema de masa central que responden de forma precisa a las necesidades del teléfono. Los LRA suelen presentarse en formato moneda, aunque también los hay rectangulares, al estilo Taptic Engine de los iPhone.
Si bien la gama alta y premium ofrecen el mejor sistema de vibración, la gama media también apuesta por ello. Google pone especial dedicación en este área, el Google Pixel 6a es una buena muestra. De hecho, es uno de los sistemas de respuesta háptica de mayor calidad que he probado, prueba de que no hay que gastarse demasiado dinero para obtener a cambio un hardware de calidad.
Una buena vibración no depende sólo del motor: el software que gestiona la respuesta háptica a los toques también es importante
Cuando una marca pone especial cuidado en un aspecto tan escondido como el sistema de vibración, esto termina indicando la calidad de los componentes de mayor importancia; lo que suele desembocar en un móvil de mayor calidad. Con excepciones, por supuesto.
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